En Cuba residía una colonia japonesa cuya existencia llevó a la constitución en 1927 de la Sociedad Japonesa de Cuba, con domicilio en Maloja 29 entre Ángeles y Rayo, posteriormente 57, Centro Habana, presidida por su principal gestor el señor Hidiji Kato, quien bien podía ser Hideichi Kato, residente en 1941 en Diez de Octubre número 287, Jesús del Monte. En el mes de enero del mismo año se constituyó la Sociedad Japonesa de instrucción y recreo Showa Kai, con domicilio en O’Reilly 80 (actual 468) esquina a Villegas, cuya directiva estaba compuesta por los señores Keitaro Ohira, presidente, Kitaro Ichikawa, vicepresidente, y Tadao Ohira, tesorero. La casa de Obispo 80, actualmente 466, esquina a Villegas, donde en 1932 radicaba la tienda de efectos japoneses propiedad de Keitaro Ohira y ocho años después la tienda de quincallería El Sol Naciente, de J. Ohira y Cía, O’Reilly 102, actual 522, en cuya planta baja izquierda había un establecimiento dedicado al giro de sedería y quincallería titulado La Flor de Tokio, a cargo de Juan Koitsu Hayashi , mientras que el de la derecha estaba ocupado por Riichi Sakakibara, la casa de Villegas 115, domicilio de Tadao Ohira, comerciante comisionista.
El núcleo primitivo de esta colonia debió surgir a la llegada de Y. Osuna a La Habana el 9 de septiembre de 1898 a bordo del vapor Orizaba, con planes de establecerse en la Isla, quien fue seguido por otros de su nacionalidad tales como Tomehachi Kobayashi y J. Ohira .En el censo de población realizado el año siguiente por el gobierno interventor norteamericano, aparecen registrados ocho ciudadanos japoneses, de los cuales siete varones y una hembra. Dos de ellos (un hombre y una mujer), residían en la ciudad de La Habana y 3 en la de Matanzas, mientras que los tres restantes radicaban separadamente en las provincias de Santa Clara, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba.
Existe la posibilidad de que inmigrantes japoneses hubieran llegado a Cuba amparados de documentación falsa emitida en China o en Cuba. EL 27 de abril de 1924 la revista Policía Cubana y principales diarios de la capital divulgaban la noticia de que 14 comerciantes chinos de La Habana se dedicaban al tráfico ilegal de sus conciudadanos. En un parte del Jefe de la Policía Judicial se expuso que por los puertos de la Isla, particularmente el de La Habana, entraba gran cantidad de inmigrantes asiáticos, en número que sobrepasaba los 15 mil, mediante acuerdo entre los agentes consulares de la República de Cuba y determinados especuladores chinos, utilizando declaraciones juradas falsas en que se consignaba con status de estudiantes y comerciantes a los numerosos asiáticos que entraban al país
Circunstancias políticas y militares pudieron allanar el camino de ciudadanos japoneses necesitados de viajar de manera encubierta. Era común que se produjeran cambios de nombres por razones personales y políticas, cosa que hicieron muchas familias Muchos se vieron forzados a viajar al extranjero tratando de evadir la persecución de la Kempen tai (Policía secreta imperial), por el simple hecho de que pertenecieran o fueran miembros de las sectas religiosas Omoto e Ichirei.
El Tratado de Shimonoshi de 1895 que puso fin a la guerra chino-japonesa de Corea bien pudo facilitar esa actitud, pues en virtud del mismo China debía ceder las islas Taiwán y Pescadores a Japón, que ejerció en esos territorios una rigurosa ocupación que incluía la japonización a nivel cultural. Al principio de la II Guerra Mundial (1939-1945) los japoneses convirtieron a Taiwán en parte de su imperio.
Cuba mantenía relaciones diplomáticas con Japón, las que habían comenzado con el nombramiento oficial de 17 de julio de 1918, de una Legación cubana en la nación oriental y el 23 de ese mes fue nombrado ministro de Cuba en Japón Guillermo Blanck y Menocal.
A principios de 1919 estaba establecida en la capital la firma Cuba & Nippon Trading Co. Ltd., con domicilio en O’Reilly número 72 (actual 458), entre Aguacate y Villegas, que bajo el título de “arte japonés“ comercializaba porcelana fina, tapices de seda bordados con oro y plata, sandalias y pantuflas, esteras, etc. El siguiente año, el 6 de agosto de 1920, visitó La Habana el crucero japonés Kasuga
El historiador y periodista Herminio Portell Vilá reveló en un artículo publicado en diciembre de 1941, que Japón fue una de las últimas naciones en reconocer la independencia de Cuba, y no fue hasta que Gerardo Machado inició sus pininos nacionalistas y antinorteamericanos que los gobernantes japoneses se decidieron a tener relaciones diplomáticas normales con nuestro país, y llegaron a negociar un tratado de comercio y migración totalmente ventajoso para su nación. A fines de enero de 1932 el excelentísimo señor Katsuji Debuchi, embajador del Japón en Washington se acreditó como ministro de su nación en La Habana, y fue sucedido en el puesto por Tomoo Watanabe, quien a su vez fue sustituído por Takahara Ito, cuyo arribo a La Habana se produjo en abril de 1935.
Es muy significativo que en el mes de noviembre de 1932 visitó La Habana acompañado de su esposa el pintor japonés Tsuguharu Fujita, uno de los artistas más famosos del mundo radicado en París. La capital cubana fue una de las escalas de su gira por América que comprendió también a Bolivia, Perú, Argentina y Brasil, donde había importantes asentamientos de inmigrantes japoneses. El pintor Fujita se hospedó en el hotel Plaza, exhibió obras suyas en una improvisada exposición organizada en el Lyceum, visitó la fábrica de tabacos Por Larrañaga y compartió con artistas e intelectuales cubanos. Armando Maribona lo entrevistó y le hizo una caricatura, que le obsequió amistosamente. Fujita posó para la revista Bohemia y le dedicó la foto
Tsuguharu Fujita
En diciembre de 1941 el gobierno de Cuba declaró la guerra a Japón como nación integrante del eje fascista que formaban también Alemania e Italia, e inmediatamente se ordenó la detención y reclusión penitenciaria de los súbditos de esas naciones. Con motivo de esa declaración de hostilidades el ex teniente Rafael Reyna publicó un artículo en el que manifiesta que por más de veinte años pescadores japoneses se mantenían pescando en las costas de Cuba y viviendo sobre las mismas, primeramente en Batabanó, y después en Cienfuegos, mientras que algunos agricultores se establecieron en Isla de Pinos. Señaló Rafael Reyna que había podido observar que existía una jefatura de carácter militar en cada grupo componente de la colonia japonesa, los cuales se mantuvieron siempre en contacto a pesar de que algunos no estaban situados en lugares con buenas vías de comunicación. En ese momento los inmigrantes japoneses estaban distribuidos en las 6 provincias entonces existentes y en Isla de Pinos, vinculada una buena parte de ellos a labores agrícolas en fincas de cultivos varios e ingenios azucareros.
Por:
Rafael Fernández Moya, Especialista en Relaciones Culturales en la Compañía Turística Habaguanex S.A, adscrita a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Colaboración de:
Asociación Cubana de Daito Ryu Aiki Bujutsu
La Habana, Diciembre de 2009.