(21 y 22 de marzo del 2003).
Estamos aquí hoy tratando de “decidir” el futuro de las artes marciales en Cuba, una gran responsabilidad, una ardua tarea y nos preguntamos si estamos preparados o conocemos el verdadero significado que encierran los caracteres (kanji) del verdadero Budo o Bujutsu, sabiendo que quizás dominando perfectamente los idiomas chino, japonés, Coreano, etc., aun así no podríamos entender su verdadera connotación, puesto que no se trata de un problema semántico lo que lo define, sino de algo enteramente espiritual y ni siquiera esto, pensamos, puede valorarse dedicando muchos años a la práctica de un determinado arte marcial, puesto que no es el sudor derramado ni el tiempo invertido ni el potencial de habilidades técnicas ni el haber alcanzado elevados rangos quienes avalan el vasto conocimiento del verdadero Budo (Bujutsu).
Para entender esto se necesita primeramente de algo más elevado y puro, se necesita de coraje, no del “coraje” que muchas veces se mal interpreta relacionándolo con rudeza, la bravuconería, la arrogancia o simplemente haciendo grandes alardes de nuestro potencial de habilidades. Hablamos y nos referimos al principio y al concepto de “Yuki”, el coraje modesto y callado, el coraje que se necesita para no doblegarnos ante las “presiones sociales” , como son, por ejemplo, las malas actitudes del espíritu, las ganancias monetarias, el lucro, los vicios, la práctica de hechicerías, etc., emanaciones estas, negativas y muy comunes por estos días, estrechamente relacionadas con lo que injustamente llaman o denominan, algunos, “artes marciales” o “deportes de combate”. “Vale la pena añadir que este paralelo establecido entre la debilidad de espíritu que promueve la tendencia a la embriaguez y el uso de la hechicería o la adivinación para tratar de ver o influenciar el futuro, se fundamenta en que, de acuerdo a los viejos códigos del Bujutsu (Budo) ni el coraje, ni la lealtad, ni la integridad ética de un individuo que se permite esas debilidades son dignas de confiar”. Como muchas veces se nos ha instruido: para ser Budoka se necesita dejar de hacer cosas necias. Por ello queremos hoy aquí llamar a una profunda reflexión consciente, a todos los maestros y alumnos que transitan a través del arduo y profundo camino de las artes marciales, puesto que practicarlas verdaderamente es un privilegio, que requiere también de carácter e incesante dedicación, las cuales no deben convertirse en un mero propósito de aprender un sin número de técnicas y alcanzar elevados niveles de fuerza y destreza física como muchos creen, sino que a través de ellas se persigue recibir y alcanzar las sabias y ancestrales enseñanzas del auténtico Budo y este no merece ser enseñado a nadie sin una férrea prueba que muestre lealtad y pureza del corazón.
El verdadero sentido de practicar las artes marciales inspira a la humildad y ala compasión como pilares fundamentalmente que conducen a los seres humanos que las representan, a llenar su mente de excelentes y grandiosas virtudes, las cuales se reflejarán en el transitar de sus vidas conducidas por senderos difíciles, pero auténticamente dignos desde el, primer momento en que ellos tomen la firme decisión de adquirirlas con el propósito de transmitir amor y paz en toda las humanidad, razones suficientes para que quien se considere budoka, perfume su espíritu con aromas inmaculados y expresen en cada acción los puros sentimientos que le impulsan a estudiar un arte marcial, todo esto forjado con una brillante e inquebrantable disciplina frente a sus semejantes, solo así él o ella avivarán el fuego amoroso de la justicia, el honor y la benevolencia, simientes estas sin la cuales ni alumnos ni maestros de las artes marciales consolidarán jamás el verdadero y noble propósito del Budo.
La instrucción de las artes marciales (Budo o Bujutsu) se basan en GIRI (deber de cada budoka hacia su estilo) y ON (deuda de gratitud que siente hacia su maestro) sin estas obligaciones del honor, sin estas gratitudes del espíritu no podemos ni podríamos llamarnos Budokas, ni expresar una sola palabra relacionada con las artes marciales.
Los antiguos códigos de ética y conductas escritos para formar y educar la conciencia de los guerreros ancestrales o artistas marciales, no han perdido vigencia, todo lo contrario, en el mundo de hoy cobra mucho más valor, puesto que la humanidad necesita retomar tales como rectitud, benevolencia, fidelidad, cortesía, lealtad, honor y coraje dado que las nuevas tendencias, tergiversándolas y prevaleciendo penosamente el cinismo, el sarcasmo, algo tan indigno y oscuro para el espíritu humano que al expandirse fuera de las paredes del Dojo envenena a la sociedad y deteriora al mundo contemporáneo. Las artes marciales deben y pueden contribuir a salvar estos nobles valores, pues el espíritu del Budo es el considerar el entrenamiento como algo que se ofrece, no como algo que se recibe, y no acepta dicotomías en el corazón del verdadero budoka. Se es o no se es un verdadero budoka, pues no podemos ser hombres unas veces y otras no. La fuerza del carácter que requiere el practicar artes marciales es como elíxir para el espíritu, no como un fuego consumidor que después poco a poco se apaga.
Onishi Akisaguro Sensei nos legó una enseñanza que creemos sea importante citar para los que instruyen las artes marciales, él escribió:
“No existe mérito alguno en enseñar técnicas solamente; cualquiera puede dar lecciones de como matar. Todo lo que se necesita para eso es miedo latente. Lo más difícil de enseñar es como vivir. Budo es vida y un verdadero maestro de Budo es aquel que educa con su ejemplo y para eso se necesita coraje y sabiduría. A menos que comprenda estas cosas en sí mismo no puede uno considerarse un maestro”.
En las verdaderas artes marciales, no existen campeones ni se otorgan medallas ni trofeos. No hay otra recompensa que el esfuerzo diario en la práctica de las técnicas del estilo y el cultivo del espíritu, no existen propagandas en cuanto a rangos ni se exalta la personalidad, sino que cada budoka se convierte en un representante de su estilo (Ryu) ante los ojos de otros sin anunciarse y en este relativo anonimato transcurre la vida de un verdadero budoka, no existe un incentivo que algún día el pueda transmitirlo sin cambiarlo a otras generaciones.
El pertenecer a un estilo es solo un privilegio, no un derecho que se alcanza pagando una mensualidad, esto es algo que nunca debe perderse de vista, (budoka, sea alumno o maestro) debe ganarse respectivamente el derecho diario de ser instruidos o de instruir a otros. Esta es la diferencia existente entre las enseñanzas del verdadero Budo y las “versiones modernas del mismo” que diluyen e ignoran los preceptos ético-morales, disciplinarios en los cuales, esencialmente se sustentan las artes marciales.
La nueva generación de budokas, como las generaciones anteriores, debe dedicarse a su arte con la misma devoción con la que un concertista se dedica a su música o un apóstol a su fe. Es más justo el ofrecernos por completo al arte que aprendemos y trasmitimos, que demandar “sus beneficios”.
Hemos visto con pena y desagrado a individuos que se hacen llamar budokas portando indecorosamente en su uniforme el emblema familiar (Mon) de su estilo, que representa a un arte marcial, justamente situado sobre el lado izquierdo de su pecho, el cual, como toda arte marcial tradicional fue fundado por un honorable maestro y que en muchos casos este propio emblema fue un digno estandarte de una familia o un clan enarbolado en el campo de batalla, lo cual creemos es denigrante, al ver manifestarse de forma incorrecta a estos individuos, los cuales muchas veces, bochornosamente, desconocen el origen y la filosofía que el mismo representa, esto es una mancha indeleble para cualquier Ryu y sus maestros fundadores. Esto no puede definirse como Budo, esto es cinismo. ¿Qué haremos para solucionar tales vergonzosos actos? ¿Cuál será nuestra respuesta ante tan denigrantes hechos? Aun con gran dolor tal vez no lo sepamos, por estas razones instamos hoy aquí a todos los budokas cubanos a que no se permitan o permitan a otros manchar la verdadera imagen del Budo (Bujutsu). Las artes que aprendemos y trasmitimos no nos pertenecen, no son fuentes para engrosar un tesoro monetario, no son una mercancía para vender, no fueron creadas para el lucro ni surgieron como medio de enaltecer nuestro propio ego, son una vía , un camino y un sendero purificado que nos conduce a forjar cada día nuestra identidad, son a nuestro entender la forma más digna en que podemos retornar a nuestro origen y hallarnos a nosotros mismos, son valiosísimas fuentes filosóficas que purifican y elevan nuestras formas de vida y convivencia, son el alimento necesario que debemos consumir y servir a las futuras generaciones para que nunca dejen de existir y de instruirse las más dignas virtudes humanas. Esta es la verdadera vía de un auténtico guerrero y de un sincero artista marcial. El mismo camino representado por el sufijo “Do” al cual tantas veces se refirieron maestros como Morihei Ueshiba O Sensei, Jigoro Kano Sensei, Funakoshi Gishin Sensei y maestros anteriores a estos como Tanomo Saigo Sensei, Sokaku Takeda Sensei, entre tantos otros.
Comprendemos hoy las sabias enseñanzas de Hanmura Iezuke, quien expresó:
“No instruyas en el arte de la espada a ningún hombre que se deleite en la guerra, no confíes en quien se llama a sí mismo “guerrero” y se enorgullece de su propia destreza. Un hombre de verdadera fuerza y virtud se deleita en la paz y cultiva su espíritu con discreción, sus habilidades marciales son para él una cuestión de deber, no de vanidad.”
Esto es una gran verdad que debemos recordar y prender como algo vital en nuestro corazón como artistas marciales que pretendemos ser.
Cabe preguntar nuevamente: ¿Es que tanta sabiduría, tanto esfuerzo y tanto amor se perderán? ¿El egocentrismo, la ambición, el dinero, la ignorancia tendrán mucho más valor en nuestros corazones que el honor, el respeto, la dignidad, el decoro y la purificación espiritual de la vida de muchos hombres? Si la respuesta es no, tenemos la esperanza de poder continuar llamándonos budokas sin tener que avergonzarnos y bajar nuestros rostros ante la mirada de los maestros que nos antecedieron, cuyas imágenes están presentes en nuestros Dojos y fuera de ellos o quizás ante la observación de personas dignas. Si la respuesta es sí, entonces no habrá motivos de ninguna índole para transitar el camino del Budo verdadero, mejor sería apartarnos eternamente y dejar que otros con mejores causas lo continúen, “pues es mejor-como expresó Ichikawa Sensei- un diamante hecho pedazos que una teja intacta”. Aun tenemos una opción: ¿Crear una generación de hombres inseguros de sí mismos, desleales, incompetentes, indolentes e ignorantes, serán estos nuestros futuros alumnos?
Tal vez seamos catalogados como personas lunáticas, chovinistas, dogmáticos u obsoletos, pero lo que queremos hacer ver son virtudes que no deben ser olvidadas. Esto fue lo que se nos enseñó y es esto lo que consideramos justo de enseñar: “El verdadero Budo no es un deporte, es un disciplina del cuerpo y del espíritu que precisa de una dedicación absoluta, de una fidelidad absoluta y de una honestidad absoluta. El verdadero Budo es totalmente incompatible con la arrogancia, la rudeza, los vicios y el egocentrismo. Habilidad técnica no significa nada si falta la dedicación, la humildad y el espíritu correcto. El alumno incapaz de seguir estos preceptos es un hipócrita in merecedor del arte que se le instruye”.
Pedimos prudencia a aquellos que se relacionan con la práctica y la instrucción de las artes marciales. “Las virtudes del verdadero budoka se prueban en la vida diaria y no son decididas en un instante por la bandera de un árbitro. La senda correcta, por supuesto, es la más difícil. Los débiles la traicionan, los ignorantes la rechazan y los estúpidos la ofenden”, como nos señaló la Sta. Ayako Yamamoto Sensei.
Les exhortamos a esta vital reflexión que se nos ha enseñado, por el bien y el porvenir del Budo Cubano.
¡Domo Arigato Gosai Mashitá! ¡Gokuro Samadeshitá!
Máximo Roy Fernández Rodríguez.
Presidente de La Asociación Cubana de Daito Ryu Aiki Bujutsu