Por: Máximo Roy Fernández Rodríguez Sensei
Innumerables son las veces en que hemos sentido el rigor de los conflictos que giran en torno a individuos que con sus injuriosas acusaciones pretenden que se les permita recibir “la enseñanzas servidas en una fuente según sus gustos, con una total incondicionalidad, por un precio como el de un plato en un restaurante”. Sus basamentos erróneos y carentes de una fundamentación sólida y lógica, evidencian su total ignorancia de lo que verdaderamente enseñamos en un Dōjō donde se supone se aprendan y entrenen las antiguas y tradicionales artes marciales “Bujutsu Ko Ryú”.
Aun mucho mas lamentable es el hecho de que alumnos, los cuales son aceptados como miembros de nuestro Dōjō, pasado algún tiempo abandonan las practicas sosteniendo criterios desfavorables que descubre sus débiles espíritus de autoindulgencia y fragilidad de carácter. Sus iracundas teorías matizadas de una actuación teatral melodramática se sumergen en quejicosas exclamaciones tales como: “Son tiempos modernos en los cuales no tenemos porque aferrarnos a obsoletos códigos de conducta del Japón medieval, además ese necio maestro es muy rudo y exigente, nosotros necesitamos ciertas libertades”.
Sin embargo nosotros conocemos muy bien a cuales “libertades” estos se refieren, y sabemos también que si a ese mismo grupo de personas se les reúne en un gimnasio y se les enseña únicamente la parte técnica del arte, que lógicamente se origino de igual, forma en el Japón medieval, ellos no expresarían la más mínima protesta. Si de forma similar les instruyéramos como lesionar o dañar a otras personas, o como espectacularmente salir ileso de un eventual ataque, ejecutado por un delincuente que porta un arma cortante, o por ultimo si ellos mismos nos acompañaran a realizar ejecuciones técnicas “nunca vistas”, rodeados de un numeroso publico que les aplaude y vitorea como el mismo coliseo del circo romano, estaríamos seguro de que ninguno de estos estudiantes rechazarían la oferta sino todo lo contrario ellos se sentirían cómodos y hasta admirarían la gran efectividad que poseen la estrategia y la técnica de nuestro estilo. De esta manera seriamos enaltecidos y no entraríamos en contradicciones ni ellos los alumnos, ni nosotros, los que instruimos y enseñamos.
Este es un buen catalizador de espíritus para cualquier instructor que como nosotros deseamos enseñar Bujutsu Ko Ryú.
Los que abogan “libertades” y nos censuran, solo consiguen convencernos mas aun de sus latentes miedos, porque estos códigos de conductas que ellos critican y rechazan, justamente son los mismos que enseñan los mas sabios principios que limitan sus estúpidas ansias de matar, de mostrarse arrogante ante los demás, para obtener beneficios personales que resaltan su incontrolable egocentrismo y refutan su inmundo cinismo y sarcasmo ante las nobles tradiciones, la cultura, la ética y la disciplina del Bujutsu.
Hasta aquí hemos querido hacer un preámbulo para dar el primer paso en el largo camino que conlleva a conocer cual es la verdadera causa de enseñar Bujutsu Ko Ryú en estos días aquí en nuestro “Bushin Dōjō”.
Comenzaremos explicando una vez mas que la instrucción y la práctica del verdadero Bujutsu, requiere de una extrema e intachable disciplina del cuerpo y de la mente, muy difícil, eso si, de aceptar en estos tiempos que vivimos. De un seleccionado numero de alumnos tal vez sea uno solo el que sinceramente acate la senda correcta y sea capaz de aceptar y cumplir los estrictos códigos de conductas éticos-morales que sus estilos demandan, enseñamos lo que se nos ha enseñado, y lo que han enseñado durante siglos numerosos maestros de un intachable espíritu, cuyos nombres se recogen en una legendaria e histórica genealogía familiar del estilo. No tenemos derecho, ni lo pretendemos, de cambiar, o adaptar nada a las comodidades personales de cada alumno. De esta manera en el Dōjō en un relativo anonimato, vistiendo nuestro Keikogi (uniforme de prácticas) cada día enseñamos, aprendemos y formamos el espíritu (Seichin Tanren), con lo cual conocemos nuestras debilidades y nuestras virtudes. Sin perseguir, rangos, cintas de colores, sino sosteniendo firmemente arraigada al corazón las ansias de que algún día se nos aprecie verdaderamente como maestros, no por lo que conozcamos, sino por lo que hayamos trasmitido, sin ningún temor, transmitir a otros este legado es nuestra primera causa, existen muchísimas razones para esto. Seriamos consumados traidores de nuestro Ryu, si al menos no dejásemos una prolifera semilla, mejor que la que sembraron en nosotros nuestros respetados maestros. Esto es sin duda alguna una continua e interminable lucha para todos nosotros, puesto que persona que aprende Bujutsu Ko Ryu deberá preguntarse cada día, si es merecedor de recibir la instrucción del arte que practica, dado que es un privilegio muy grande ser instruido en un arte que no nos pertenece por herencia. Cada miembro debe ganarse ser digno de recibir cada principio y cada técnica, para ello nunca debe tomar a la ligera las enseñanzas de su maestro, ni juzgarlo, e incluso criticarlo, creando rajaduras negativas en cada corazón de los que integran la membresía del Dōjō.
El alumno de Bujutsu tradicional debe tomar una decisión de por vida al arribar al Dōjō, y realizarse a través de ella. El deberá aprender y dedicarse al Ryu con la misma intensidad con la cual devotamente se entrega a sus demás vocaciones. Por ejemplo, si el fuese un artista plástico seguramente el pondría todas sus energías espirituales en el preciso instante en el cual dispone deslizar su pincel sobre el lienzo para obtener la imagen deseada de esta manera con igual sutileza el debe poner todo su empeño al aprender sobre el tatami, con similar actitud el debe aprender a manipular la espada en el Dōjō y aun mejor, fuera del mismo, espada y pincel definirían entonces a un mismo artista.
En un Dōjō tradicional donde enseñamos Bujutsu, no se permiten alumnos clasificados entre nosotros como “Niwatari No Komon” pues ellos son indignos de mostrar en sus pechos (en la solapa de sus uniformes) nuestro preciado “Mon” (emblema familiar del estilo) debido a que sus propósitos y prioridades personales al arribar al Dōjō son totalmente opuestos a las nobles virtudes que enseñamos, porque nuestro mejor consejo es: Cuando entres a un Dōjō, quédate afuera y para reafirmar esto citaremos las palabras de Ichikawa Soke: “mejor seria un diamante hecho pedazos que una piedra intacta”. Por ello no tiene ningún propósito mantener en el Dōjō individuos que no tienen la mejor de las actitudes, de los cuales no podemos confiar ni en sus palabras. Por supuesto que siempre aparece en ellos excusas para justificar la deslealtad y el deshonor.
Las nuevas generaciones de alumnos de las artes marciales tradicionales deben reflexionar y no dejarse absorber por la necedad, para renunciar a sus deberes y deudas de gratitud como budokas pues el Bujutsu Ko Ryu que aprendemos y enseñamos hoy en su mas pura expresión es una interminable vía para humillar al espíritu, rebelde y vanidoso que hemos engendrado dentro de nosotros a cada paso en el transito de nuestra existencia humana, a través de su practica honesta tendremos la opción de entrenarnos y someternos sin orgullo al reclamo del supremo y sincero amor que emana del centro mismo de nuestro corazón el cual clama con potente eco la verdadera esencia de la encomienda del hombre en la tierra y su ardua y difícil tarea frente a toda dura y penosa prueba, en su efímera vida, esto es armonizar con el universo entero, proporcionar bienestar al prójimo y brindarle la paz que con tanta fe el espera. Está también, como muchas otras maneras es una digna forma, en que el hombre sin ser religioso, puede hallar en este mundo el verdadero rostro de Dios.
Enseñamos así y es nuestra esperanza que así se comprenda pues Bujutsu es contrario a sentimientos negativos como la arrogancia, el odio, el vicio, la vulgaridad, la descortesía, etc. los valores que se persiguen obtener con “Shugyo Shin” Son; primeramente, mantener intactas la rica tradición en las más preciadas y sutiles virtudes humanas, las cuales a nuestro entender, y el de muchas personas mas no han perdido vigencia hoy en día, sino todo lo opuesto, son mas necesarias que nunca, en un mundo como se nos ha enseñado, en que la religión mas practicada es el cinismo y la humanidad con su gran donación de injusticias y desamor, como el agua tiende a correr a los lugares mas bajos.
A un Dōjō donde pretendemos sin otro motivo más real, transmitir las enseñanzas del Bujutsu, deben encaminarse los alumnos con el supremo objetivo de hallar al traspasar el Tori, un lugar donde ellos puedan encontrar la formula de vivir amándose y ayudándose mutuamente los unos a los otros. Como se enseño en la “Nisshinkan” del clan Aizu “MizuIrazu” ellos (los alumnos) nunca deben comparar el Dōjō con un “gimnasio” ya que existen enormes diferencias entre ambos, esta incomprensión es una de las principales causas del rechazo que ellos tienden a tener hacia las enseñanzas tradicionales.
En un gimnasio, no existen, no enseñan, ni exigen valores éticos de conducta, no se respira una verdadera armonía, este es solo un recinto donde se puede formar (a través de la practica de formas de combate) individuos incultos, asesinos, egocéntricos, narcisistas y carentes de los mas elementales conceptos de la disciplina y la ética.
En un Dōjō enseñamos y practicamos códigos y reglas, que cada alumno no solo debe memorizar, sino interiorizar en lo más profundo de su espíritu, para aplicarlos en cada instante de su vida. Como un embajador de nuestro estilo, ejemplos de estas reglas de conducta son las establecidas por el Kyu Ho (método del arco) de la familia del clan Minamoto (después del clan Aizu) que cita en algunos de sus acápites:
“Un discípulo que posee un espíritu verdadero limpia su espada una vez ante los ojos de su maestro y dos veces en su hogar”.
“La voz mesurada no torna oídos ajenos en enemigos”.
“Cuando el pescado comienza a podrirse su mal olor en nuestra nariz lo anuncia, cuando la naturaleza de un hombre comienza a deteriorarse su vil lenguaje en nuestro oído lo advierte”.
“El samurai que busca el descansar de su deber en Sake y danza, es leal al sake y la danza. No al clan. Si un samurai no halla solaz en sus obligaciones, ha perdido el camino”. etc.
Pudiéramos seguir citando muchísimos otros mas, pero es más que suficiente, lo que con esto, brindamos, a la reflexión, análisis y la comparación de esas personas que nos critican porque enseñamos Bujutsu tradicional. Bujutsu es cuidar con sutil celo el espíritu del hombre, no es agredir, ni matar, como se pretende mostrar. Saigo Tanomo, sacerdote del clan Aizu lo expreso claramente enseñando cual es el modo correcto de aprender: el escribió: “Cultiva tu espíritu y la espada lo seguirá, descuida tu espíritu y la espada se convertirá en algo falso y vergonzoso”.
“Cuando busques a un hombre para enseñarle el arte de la guerra, escoge aquel que mas ame la paz”.
Queda ahora, con honestidad, definir quien se equivoca, si las virtudes y principios que transmitimos en Bujutsu Ko Ryu o la gran ignorancia y el miedo desmedido de los que critican nuestro arte, los nuevos simientes de alumnos tienen la responsabilidad sentada a horcajadas sobre sus hombros de definirlo, dependerá de ellos sepultar estos valores que tanto necesita la humanidad, o preñar el futuro de depauperación moral, un practicante de Bujutsu debe saber escalar lo divinamente alto y digno, dando su primer paso firme en la base mas baja de la ladera. Nuestra instrucción no difiere en absoluto de esto.
Documento de estudio para:
“La Asociación Cubana de Daito Ryu Aiki Bujutsu.”