EL KEIKO, UN LLAMADO A LA REFLEXIÓN

Por: Máximo Roy Fernández Rodríguez.

Un tanto tratando de imitar y practicar la enorme e inquebrantable paciencia que sostuvieron nuestros maestros al instruirnos y a la cual debemos lo que aprendimos y aprendemos, para intentar como ellos lo hicieron y hacen, transmitir sus enseñanzas hoy, pero no menos alertas y reflexivos conjugando la compasión con el desagrado, en ocasiones hemos escuchado a los estudiantes que se inician y aun a los que por mucho tiempo han permanecido en el Dojo; para aprender el antiguo legado que brindan el Bujutsu Ko Ryu, expresar sin un análisis consciente y profundo, sus demandas, por lo que según ellos consideran un derecho que debe concedérseles. Sus tópicos y puntos de vista son diversos, pero sin el más mínimo de conocimiento de las tres virtudes del desarrollo espiritual que son “mirar”, “aceptar” y “corregir”. Algunas de sus “solicitudes” emergen sobre el basamento de cómo deben establecerse (según sus acomodos) y aplicarse los códigos de ética y las reglas de disciplina en el Dojo. Esto nos da la medida exacta de que ellos desconocen en su totalidad, lo que exigen los preceptos del Bujutsu y el Budo, aunque también conocemos de que fibra espiritual emanan estas precipitadas “exigencias”, estas infundamentadas demandas y estos pueriles lamentos. A veces brindamos misericordiosas treguas en espera de que ellos mediten y se auto corrijan, en aras de que alcancen la ansiada madures que se necesita en la vida de un Budoka y que crezca en ellos el concepto virtual de la humildad. Por nuestras experiencias, lamentablemente hemos observado que muchos de estos individuos incapaces de aceptar estos códigos de conducta terminan por convertirse en genuinos apostatas del Ryu, demostrando evidentemente la pobreza de sus espíritus y su cínico sarcasmo hacia la legitima tradición del arte que se les trata de enseñar.

Generalmente sus proclamas giran en torno al tiempo de entrenamiento que deben ellos dedicar, pues para ellos a veces es “demasiado”. A la modificación y adaptación de la etiqueta y sus deberes fueras de las paredes del Dojo, a sus complicados y agitados “modos de vida”, al cliché de las presiones sociales, a sus exclusivísimas atenciones hogareñas que incluye la sublime e integral “devoción” por la esposa y los hijos, lo que muestra al parecer que ellos son los únicos padres en el mundo, entre otras derivadas justificaciones que como un vendaval azota las buenas conductas de otros estudiantes de la membresía de un Dojo. Existe un polémico tema, del cual no desearíamos hablar, pero dada su Fundamentación formativa lo tocaremos muy sutil y cuidadosamente, se trata del recordatorio del pago de los deberes o el aporte que los estudiantes hacen para la manutención, el ornamento, las compras y las distintas actividades que deben cumplirse en un Dojo tradicional, y porque no para suplir, también las necesidades económicas obvias del maestro. Es oportuno puntualizar y recordar a esos alumnos, que este tópico del “dinero” o “pago” no es un asunto que debe comentarse en el Dojo y muchísimo menos ante un maestro o instructor, pues según lo que exige la tradición del verdadero Budo esto es de muy mal gusto e intolerable para un maestro, pues esto puede herir su honor y ser a su ves una ofensa dirigida hacia el Ryu. Un maestro no enseña su arte ni entrega los años de su esfuerzo y dedicación, para enriquecerse, pero además si se compara el numero de los alumnos que el selecciona como sus futuros discípulos, esto se convierte en algo ilógico y utópico, porque el verdadero Bujutsu (Budo) nunca considerara al “dinero” algo superior a las enseñanzas ofrecidas y para un maestro Budoka este jamás será el elemento principal ya que sus legados e instrucciones son para el una cuestión de deber, no algo con fines de lucro personal. Esta es una aclaración para esos individuos que además de sus felonías creen que pueden recibir la instrucción como si esta fuese de obligatoriedad del maestro, porque ellos “pagan” a regañadientes una mensualidad. Esto es totalmente absurdo. Es el espíritu que se ofrece por el alumno, quien brinda la posibilidad y el privilegio de que el maestro le muestre su “Kuden”, no la cantidad monetaria que este alumno pueda donar. Objetivamente esto es una prueba de índole espiritual que muestra sus intenciones y manifiesta sus verdaderos sentimientos y su sinceridad hacia el Ryu y su arte, no hacia alguien en especial. Bien es reconocido que el maestro también debe de dar de comer a su familia, pero esto nunca será una exigencia por la cual el abogue. El nunca pedirá nada personal, lo que el reciba será puesto en función de su deber y solo lo aceptara si esto es entregado, gentileza y amor por parte de quienes lo consideren verdaderamente su maestro, del corazón de aquellos que valoren realmente sus indoblegables esfuerzos y sus necesidades elementales. Esta decisión es un análisis y un concepto personal, solemne y confidencial, no algo que debe hacerse publico, pues al hacerlo se pierden los conceptos y el sacrificio, así como su autentico valor. Seria mucho más meritorio el no brindar “los deberes” que hacerlo y luego promover demandas o reclamos. Este es un asunto en el cual los alumnos deben reflexionar profundamente, porque cuando alguien se convierte en miembro oficial de un Dojo, el contribuirá a la salud del Ryu y al bienestar de sus maestros es un inviolable y estricto deber que ellos deben cumplir cabalmente.

El tema de la familia y el hogar, como ya hemos dicho es un asunto, que se malinterpreta unas veces y otras se convierte en un escudo, para proteger las negligencias. De todos es conocido que la familia es la base fundamental del matrimonio y de la existencia propia del hombre. No existe nada más importante y decoroso. La historia de nuestro arte esta estrechamente fusionada y fundamentada en la total universalidad de este concepto. La propia organización rectora de nuestro estilo por virtud del amor y la benevolencia que requiere la atención de la familia. Pero estas obligaciones deben fomentarse recíprocamente. Puede parecer difícil para algunos hacer consciencia a veces, que el deber que demanda ser un budoka y los asuntos familiares marchan juntos en el contexto del Bujutsu y el Budo, de esta manera podemos afirmar que uno engendra al otro. Muchos estudiantes confunden esto, y dan prioridades a uno, desatendiendo al otro, esto es “errar en el blanco” al disparar una saeta, pues ellos se mueven hacia un lado y hacia el otro y viceversa. Sabemos que muchos de ellos son los verdaderos culpables, máxime cuando en sus hogares, sus familiares cercanos jamás han conocido de los valores y virtudes del Budo, y su desconocimiento promueve la tendencia de desvalorizar, criticar y contradecir, a los miembros del núcleo familiar que se dedica a las enseñanzas o las recibe de un arte marcial tradicional. Pero ningún miembro de la familia tiene derecho de demandar de un practicante de Bujutsu que disminuya en sus obligaciones, ni obvie sus prioridades para con su Ryu, con el fin de satisfacer y justificar sus necesidades personales minimizando el autentico valor del arte con insensible despotismo. Tampoco nadie que profese el Bujutsu o Budo, deberá abandonar sus obligaciones familiares y sus deberes para con ellos. En ambos casos esto tendría el mismo significado: deshonor, deslealtad y una traición al amor. El aporte y la solución que pudiera ofrecerse en ambos casos emergerá de las profundas raíces del verdadero sentimiento de amor y este se sustenta en el pedestal del sacrificio mutuo que exigen ambos compromisos, no existe una balanza para pesarlos, y esta no debe inclinarse por uno de los dos extremos. El equilibrio y la victoria se encuentran en el centro, no en los extremos. El resultado que se obtenga define el esfuerzo y la autenticidad de la identidad y el carácter del verdadero budoka, aun cuando él reconozca que su principal prioridad es su lealtad al Ryu.

Las presiones sociales siempre han existido en la historia de la humanidad, la vida, como sabemos no siempre es placentera o pudiéramos afirmar que casi nunca, en el transito por ella encontramos muchísimos obstáculos que constantemente tratan de impedir nuestra armonía, nuestra felicidad, nuestro desarrollo espiritual, mezclándolo con el mundo material, cuando estos se cruzan y nuestro desarrollo integral se nos hace casi inalcanzable, entonces nuestras reacciones son: primeramente de temor, luego acudimos a la reflexión y nuestra vida tomará el curso que dirijan nuestros sólidos conceptos del Bujutsu o Budo, o sucumbiremos por las apresuradas determinaciones de nuestros impulsos, se mostraran entonces ante nosotros dos senderos en nuestra vida. Como nos mostró Kato Hiroshi sensei en un comentario cuando expreso:

“la vida que transcurre en medio de extremas carencias materiales crea dos tipos de espíritus: uno sublime, que acata honor y disciplina. Otro bajo y maleable que constantemente escoge el área donde abunde la mejor ganancia, independientemente de lo que el honor indique”. Debemos llegar a un reflexivo entendimiento sobre cual de los dos senderos transitaremos.

Los alumnos, a los cuales hacemos alusión deben recordar que en Daito Ryu (Bujutsu Ko Ryu) o cualquier Budo tradicional su primer deber es el respeto y que jamás ellos deben imponer sus criterios ante el de un maestro. Si se comete un error en este punto, se debe aceptar la corrección de este sin ofrecer excusas y sin intentar defenderse. Esto es la parte fundamental del entrenamiento espiritual de la humildad y el desapego al propio yo. Los alumnos deben interiorizar que la respuesta del maestro es la respuesta final. Que sus opiniones no cuentan. No importa si ellos están de acuerdo o no, sus deberes son siempre el recordar que el maestro tiene sus motivos educativos, aun si ellos lo entienden o no. El respeto lo obliga aceptarlos. Ellos solo deberán indagar discretamente en lo profundo del concepto si es necesario, sin quejas, sin juzgar y sin comprometer nunca la obediencia y la humildad (dos caras de la misma moneda). Los estudiantes solo tienen el derecho de permitir al maestro tener sus propias decisiones y tendrán confianza en sus motivos. El maestro puede cometer errores, si y no. Si, porque es humano y todos podemos fallar. No, porque es el deber de los alumnos aceptar y sostener todo lo que el maestro hace, juzgarlo no es una prerrogativa, sino el aceptar toda consecuencia de sus acciones, sean buenas o malas. Esto es la más noble y mayor expresión de consideración y respeto en Bujutsu (Budo).

El código tradicional del Bujutsu Ko Ryu establece que “un Dojo no es precisamente un lugar de democracia”. No es un local. Es un corazón puro y abierto que resume y abarca todo el entrono de la vida de un verdadero budoka y por ello el Dojo de un Bujutsu Ko Ryu exige absoluta obediencia hacia los criterios del maestro y su inderogable aceptación. Un Dojo no es el cómodo y placentero hogar donde un individuo se arropa con un pijama y unas lanudas sandalias para estar a plenitud con sus acomodos. Un Dojo es como el mundo, como la vida misma donde las constantes pruebas que se imponen, purifican, solidifican y entrenan nuestro espíritu. El Daito Ryu enseña esto y no deben tomarse sus enseñanzas y su práctica como un mero pasatiempo, sino como algo digno que merece absoluto y sincero respeto, quienes no acepten esto no deben ser admitidos, pues el ser miembro de un Dojo es un privilegio y esto no debe olvidarse nunca. Ese privilegio debe ser ganado diariamente, aportando disciplina y dedicación, o sea, ofreciendo, no recibiendo y mostrando con nuestra actitud absoluto respeto hacia las tradiciones y hacia los códigos de conducta dentro y fuera de las paredes del Dojo. Individuos incapaces de mantener las virtudes inherentes al Ryu como: lealtad, humildad, coraje, honor, sobriedad, compasión y los mas importantes preceptos de deuda y deber, no merecen pertenecer a una noble y rica tradición como lo es el Daito Ryu Aiki Bujutsu. Si el interés de quienes son aceptados en nuestros dojos para recibir las enseñanzas del Bujutsu (Budo) es comparable con su respeto y este contribuye al honor del arte y sus maestros, quizás Daito Ryu sea un camino que ellos puedan considerar. Si sus anhelos son los de cambiar, amoldar, contradecir, pedir explicaciones o derogar los conceptos establecidos y relacionados con las reglas y códigos ético disciplinarios, tradiciones, etc. inherentes al Ryu, estipulados en el Dojo, les recomendamos que se interesen, por otras artes o se aparten definitivamente de este camino, para que otros con mayor humildad y nobleza de corazones continúen.

Nosotros podemos ofrecer respetuosas respuestas a las interrogantes de quienes muestran verdadera dedicación y brindan con su desinteresado aporte mucho mas de lo que ellos reciben, todo por el bienestar del Ryu, pero no tenemos ninguna obligación de hacerlo con quienes hacen innumerables y constantes demandas y ponen objeciones sin medidas a lo que por siglos establecen los antiguos y presentes preceptos del arte que practicamos. Tampoco aceptaremos y enseñaremos a individuos “con sus copas llenas” que especulan “conocer” lo suficiente sobre Bujutsu (Budo) para vivir sin necesidad de continuar el entrenamiento en las formas “Seinshin Tanren” o “Shugyo”. A esos individuos nunca les brindaremos ni ápice de explicación sobre la filosofía que encierran las tradiciones y los símbolos del Ryu, pues jamás nos pondremos en una posición que pueda mostrar una imagen falsa o dar la impresión de que Daito Ryu o Budo en general debe dar explicaciones de si mismo, tampoco pediremos disculpas por sus tradiciones, ni las justificaremos en manera alguna para la comodidad de ningún individuo que además de ignorarlas, las critica y deroga. (Esos fueron errores que sin saber cometimos en el pasado y lo reconocemos, puesto que pagamos muy caro por nuestra incapacidad y nuestra inmadurez). No necesitamos la aprobación de nadie, ni de servir de conocimiento en “bandejas plateadas”, atendiendo a los pedidos y cómodas órdenes de quienes pretenden recibir las enseñanzas sin aportar el mínimo sacrificio.

Nosotros los que humildemente pretendemos alcanzar la noble condición de que se nos llame algún día budokas, sin tener que enrojecernos o llorar por nuestras culpas. Los que continuamos con los pies sobre el camino y en el “circulo de fuego”, sabemos claramente que este privilegio enseña y exige que nuestras vidas no nos pertenecen y nuestros sentimientos son una segunda prioridad pues lo primero es el “Giri”.

Por ello debemos enseñar que las reglas de disciplina, conjuntamente con las tradiciones de nuestro Ryu, no son tópicos de debate, ni están sujetos a la aprobación o a la opinión de nadie. Ellas están suficientemente probadas. El Daito Ryu es un Bujutsu Ko Ryu, creado para hombres y mujeres “guerreros de la vida”, no es apto para gentes auto indulgentes, complejistas o cínicos solapados que tratan de justificar sus debilidades, mostrando ser arrogantemente fuetes en sus individualistas e insolventes criterios.

La debilidad es una condición propia de los seres humanos desde su nacimiento, engendrada tal vez por los genotipos, o por una negligente formación inadecuada en la niñez, pero la grandeza de un hombre (Budoka) se cultiva y su identidad radica en el constante “combate” por convertirla en virtud que mayormente sobrepase estas limitaciones espirituales. Se sufre cuanto se es necesario, se llora cuanto sea posible, sin ignorar el dolor, pero se continúa en el camino. Ese es el verdadero budoka y su carácter, de quien hablo Hideo Hanmura sensei.

Este es el concepto verdadero que deseamos mostrar a los alumnos que instruimos, con muchas faltas todavía por eliminar, con innumerables errores, pero con muchísimo mas amor y perseverancia, y es nuestra gran esperanza que una mayor parte de ellos escoja este arduo, difícil y profundo camino, de no ser así no tendrá ningún valor tanto esfuerzo, tanta dedicación y tanto talento puesto a prueba por muchos hombres de extrema sabiduría y coraje que lucharon y aun luchan porque nuestra arte y nuestro Ryu siga vigente en nuestros días. Nos resta una ardua labor, un esfuerzo “titánico” por el porvenir del Ryu que si demanda coraje, modestia, sabiduría, desinterés propio y gentileza de corazón, sabiendo que en muchas ocasiones brotaran nuevas lagrimas de nuestros ojos, unidas al sudor y el dolor que provocan el entrenamiento austero y las correcciones de los maestros, pero las victorias nuestras se verán materializadas en los que sean capaces de continuar enérgicos y pacientes el cumplimiento de nuestros deberes de hoy y saldar las deudas con aquellos que compasivos nos dieron el privilegio y el honor de ser instruidos en un arte el cual no nos pertenece. “si alguno es terreno fértil -y sincero- para consolidar estas ideas nos satisfacerá muchísimo compartir con el o ella nuestros modestos conocimientos y estar siempre a su disposición”.

El verdadero camino a recorrer es interminable ante nuestros ojos físicos y cabe preguntarse ¿Quién lo recorrerá? Pero nuestros ojos espirituales nos hacen ver más allá del límite humano y entonces comprendemos que esto solo se sabe abriendo nuestros corazones al cultivo correcto y digno de nuestro espíritu.

Esto depende en gran medida de ustedes. Una antigua y una nueva generación de budokas verdaderos, se abren paso en el tiempo y deben fusionarse para escribir una hermosa historia, sin que nunca medie agua entre sus vidas, como se enseño en la Nisshinkan.

El Daito Ryu Aiki Bujutsu –Saigo Ha Ko Ryu no ha muerto, ni morirá, estamos seguros, mas bien cobrara mas vigencia hoy. El alimento que la perpetuara dependerá de nosotros y en mayor medida del amor y la armonía que seamos capaces de cultivar y brindar para nutrir su noble y sabia tradición. La causa en que confiemos, será el efecto que recibirán las próximas generaciones. Debemos tener fe, porque “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

¡Domo Arigato Gozaimashita!

Miércoles 23 de abril del 2003¡!.