Meiji:

Revolución acaecida en Japón que derroco al shogunado Tokugawa, restauró el dominio imperial y convirtió al estado feudal de Japón en un estado moderno. La apertura de los puertos del Japón a las flotas coloniales occidentales, forzada por Matthew Calbraitg Perry, entre otros, a partir de 1853, puso de manifiesto la debilidad de los shogunes Tokugawa, y provoco agitaciones nacionalistas, bajo el lema de sonno joi (“venerar al emperador, expulsar a los bárbaros”). Los radicales, inspirados por las ideas de Motoori Norinaga, vieron una solución en el restablecimiento del gobierno directo imperial – sobre todo, los jóvenes samurai de los feudos daimios occidentales Choshu y Satsuma, que nunca habían aceptado la soberanía Tokugawa. En la década de 1860, shogunado y daimio importaban tecnología occidental y proponían nuevas estructuras de gobierno con el fin de enfrentarse a la amenaza extranjera. En 1867, el daimio pro imperial sugirió que el shogun Tokugawa Yoshinobu debía renunciar y reconocer la autoridad imperial. Yoshinobu accedió a primeros de noviembre de 1867, pero recelosos radicales Satsuma tomaron el palacio imperial de Kyoto el 3 de enero de 1868, y proclamaron la restauración imperial con el joven Meiji Tenno. Las fuerzas de Yoshinobu fueron expulsadas de Kyoto, y un ejercito imperial formado con guerreros de los clanes Choshu, Satsuma y Tosa aseguro la rendición pacifica de la capital shogunal de Edo. La mayoría de los daimios permanecieron neutrales, y la guerra civil finalizo en 1869. Yoshinobu se retiro y dejo el gobierno en manos de Saigo Takamori, Okubo Toshimichi, Kido Takayoshi y otros lideres de la restauración. Una vez confiscadas las propiedades Tokugawa, que comprendían casi el 25% de la tierra cultivable del Japón estas fueron puestas bajo su control, sirviendo de trampolín para políticas más amplias. En 1869, el emperador se trasladó a la ciudad de Edo, rebautizada con el nombre de Tokio (capital del este), la nueva capital imperial. El emperador era utilizado por el nuevo gobierno como centro de la lealtad nacional y como sanción de los cambios revolucionarios introducidos. En 1871 losa dominios daimio ya habían pasado a poder del trono, convirtiéndose en prefecturas, y los daimios en miembros de una nueva nobleza. Se estableció la enseñanza generalizada y el reclutamiento militar, y las restricciones al budismo, inspiradas por la ideología proimperial shinto del régimen, provocaron revueltas iconoclastas. Llegaron expertos occidentales para crear vías férreas, ejércitos e industrias nuevas, fundamentando las labores de la prerrestauración, los samuráis, descontentos con la abolición de su privilegio de llevar espadas y la imposición de contribuciones a sus estipendios, se rebelaron, destacando la rebelión Satsuma de 1877, que fue aplastada por las nuevas fuerzas alistadas. Se creó el banco del Japón, se reformó la política fiscal y se suprimió con firmeza la agitación cívica. Una autoritaria constitución, elaborada por Ito Hirobumi y otros, fue promulgada en 1889, estableciendo la dieta, pero durante la mayor parte del periodo Meiji el poder fue ejercido por una informal oligarquía Choshu y Satsuma, alejada de los controles constitucionales. Gracias a la guerra Chino–japonesa y a la guerra Ruso-japonesa, el Japón Meiji alcanzó el derecho a ser tratado al mismo nivel que las potencias imperialistas de occidente. A pesar de la rápida y fructífera modernización, la ambigua estructura constitucional, la orientación militar y la ideología nacionalista que legó la restauración Meiji llevaron al Japón en las décadas de 1910 y 1940 a la desastrosa aventura imperialista.